martes, 6 de julio de 2010

Escuchó una gigantesca explosión y se sintió de pronto empujado por una fuerza terriblemente poderosa hacia la pared, contra la que su cuerpo chocó brutalmente para quedar después tendido en el suelo mientras todo se llenaba de humo y cascotes, a la vez que se extendía por toda la estación un intenso olor a pólvora y sangre quemada. Se encontraba aturdido, y lo único que escuchaba era un silbido que parecía proceder del interior de su cabeza. Intentó ponerse en pie, pero sus piernas no le obedecían; quería llamar a su mujer, contarle lo que había sucedido, decirle que estaba bien, que no le había pasado nada, pero no podía moverse. Nada a su alrededor se movía. Empezó a sentirse mareado, y su corazón comenzó a latirle con fuerza dentro del pecho. Se llevó la mano al bolsillo del pantalón en busca de su móvil. Tenía que llamar a su mujer cuanto antes. En ese momento se dio cuenta de que no podía hacerlo. Donde deberían estar sus piernas no había nada.

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