jueves, 28 de enero de 2010


A partir de ahora reconocería ,a su pesar, que se había enamorado. Incluso no tenía muy claro o no era consciente del significado de semejante palabra, pero resulta evidente que aquella especie de sentimiento de estar fuera de sí misma, de fascinación absoluta, sólo se conseguía a través de dos tipos de drogas: o las que venden los camellos o las endorfinas que el propio organismo genera cuando uno se enamora.

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